¿Somos
demasiado protectores con nuestros hijos? La sobreprotección es una
consecuencia negativa de la búsqueda de lo mejor para los hijos. Todos los
padres pretenden y quieren lo mejor para sus hijos, que no sufran y sean
felices, que no pasen por lo que ellos han podido pasar…
Pero sufrir, tener dificultades o luchar no significa ser
infeliz. Ni tampoco no sufrir, no tener dificultades o no luchar significa
necesariamente ser feliz.
La mayoría de los padres en algún momento o aspecto
determinado han sobreprotegido o protegido en exceso a sus hijos. Esto, en
cierta medida, puede ser natural al ser humano. El peligro está en que sea ésta
la forma predominante de educar.
Es curioso comprobar que cada vez existen más familias que
eligen este estilo educativo. Se tiene menos tiempo pero, en cambio, cada vez
se protege más a los niños ¿será que queremos suplir nuestra falta de tiempo?
¿Existe cierto grado de culpabilidad? ¿O esa falta de tiempo nos hace más
inseguros y como consecuencia más sobreprotectores?
En otras ocasiones, la sobreprotección es resultado de una
enfermedad. A los niños con ciertas necesidades médicas se les ve más
indefensos y a su vez requieren de mayor atención, pero no para todo, aunque
los padres así lo crean.
Otros muchos, no han tenido la suerte de tener el cariño
que necesitaban y quieren evitar que sus hijos pasen por ello. O por el
contrario, han sido educados en ese estilo de sobreprotección y al ser lo que
conocen es lo que transmiten.
La mayoría de estas familias no son conscientes de estar
llevando este estilo educativo. Piensan que están haciéndolo lo mejor posible
y, efectivamente, se esfuerzan al máximo porque sus hijos sean felices.
Les preocupan tanto situaciones como que no pasen hambre,
sed, que no se caigan y se hagan daño, que lleven sus deberes hechos, que tenga
un problema con algún amigo, que le riñan en clase… que hacen lo imposible para
que no lleguen a pasar por ello.
Pero hacerles todo o facilitarles tanto la vida no
es el mejor modo de formarles y hacerles crecer como personas. Generalmente, el
resultado de una sobreprotección es la inseguridad. Este sería también el caso
de hijos únicos, padres de edades
avanzadas o familias con hijos adoptivos.
¡Hagamos niños fuertes y seguros!
Pero… ¿cuándo es buen momento para tratar de potenciar en
ellos la fortaleza? Desde la infancia. Los niños son capaces de hacer mucho más
de lo que podemos pensar. No dejan de sorprendernos. Les vemos pequeños y les
creemos incapaces o indefensos pero sólo hay que darles la oportunidad de
hacerlo para comprobar que pueden llegar a eso y mucho más.
Debemos ayudarles a desarrollar estrategias para
enfrentarse a las dificultades y posibles problemas que les surjan en la vida,
pero no resolvérselas. Podemos ser su bastón para que se apoyen y ayudarles a
caminar pero no sus piernas.
Ayudemos, también, a que sean capaces de tomar decisiones
con criterio y asumiendo sus consecuencias. Así sabrán tomarlas posteriormente
ellos solos.
Tratemos de aumentar su autonomía y darles cierto grado
de libertad y responsabilidad, proporcional a su grado de madurez. Así,
lograremos que sean personas independientes y seguras. Descubrirán por sí mismos
cuáles son sus posibilidades y experimentarán situaciones de éxito que ayudarán a que su autoestima
crezca.
Exigirles ciertas tareas,
obligaciones o responsabilidades no quiere decir que no se les
siga proporcionando cariño y apoyo.
Autoridad y amor incondicional, que seguro nuestros hijos nos
demandarán, es la mejor fórmula para garantizar su felicidad.
El
departamento de Psicología de Preescolar del Colegio Inter Canadiense
de Puebla A.C. agradece su atención a este artículo, en espera de que
sea de utilidad y también de que puedan ayudarle nuestras próximas
publicaciones, hasta pronto.
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